lunes, 31 de enero de 2011

Aquellos Lugares




He regresado, estoy en la etapa final de un capítulo en mi vida, por ello he tenido este rincón abandonado.


Ya para esa época me estaba poniendo medio guapetón, a pesar de que no me salía completa la barba. Siempre he tomado ventaja de ser catirito en un país caribeño, ayudó bastante debo confesar, mis gustos musicales siempre han sido inclinado al rockandroll, amo las motos shopper, estar mal bañado y despeinado, no creo en los hombres pulcros, no son mi estilo.


 Greenwich y la Belle Epoque eran mis sitios favoritos, Tiffany’s  por otro lado, era un agujero surrealista, oscuro y lúgubre que frecuentaba sólo por el  morbo de ver, fantasear ser alguien más e incluso alguien sexy e inalcanzable (juraba yo). Eran uno de esos sitios donde las mesas con espejos tenían fines prácticos más que decorativos, las rayas de cocaína yacían por todos lados, hombres absurdamente guapos y masculinos bamboleaban entre mujeres y hombres sin el más mínimo pudor ni remordimiento, era una sensación de libertad, peligro y sexo que se podía oler, sentir y presenciar por cada rincón. Las paredes cubiertas por parlantes hacían vibrar cualquier partícula, ser vivo o moribundo que ingresara a la pista de baile cuyo piso de madera hacía que tus entrañas palpitaran al ritmo sicodélico de los beats; la poca luz y los pocos niveles de sobriedad colectiva empujaban a los presentes a manifestar el ritmo a modo de trance, rostros borrosos, carisias anónimas, murmullos distorsionados, cuerpos se batían en cámara lenta por la bruma perenne del alcohol junto con un sentimiento de complicidad nos garantizaba de algún modo que todo aquello era parte de una fantasía, que no éramos nosotros, que éramos quienes nosotros queríamos o necesitábamos ser, que todo aquello desaparecería en unas horas tras la pesada puerta negra con una ventanita en el medio empujada por un gorila subpagado.


Aquel lugar, aquellos hombres  y aquellos tiempos se fueron muchos años atrás, se fueron con la Venezuela progresista, muchos años antes de irse la cuarta república, mucho antes de la dictadura.


 Por muchos años busqué esa atmósfera en mi juventud hasta que desistí, sólo quedaron lugares de maricas peluqueras y viejos verdes con crisis de los cuarenta que crían gatos y engañan a su esposa católica. Los verdaderos hombres, los verdaderos Tíffany’s emigraron o se esparcieron a lugares menos dañinos y más convencionales,  el reguetón y otros géneros miameros destruyeron la movida nocturna caraqueña.


 Al cerrar Tiffany’s Oscar y yo empezamos a frecuentar La Belle Epoqué, un lugar que no tenía nada que envidiar a la movida de las grandes o verdaderas ciudades, fue allí en una presentación de gaita escocesa fusionada con electrónica que pasaron dos cosas importantes en mi vida, fumé mi primer porro detrás del McDonadls antes de entrar y lo segundo, una vez adentro, me tropecé con un muchacho flaco y alto a quien no preste mucha atención, esa misma persona casi diez años después y con más de 10 kg. de más es la persona con quien comparto mi vida. Mi (espero algún día) esposo.          
La Belle Epoqué también cerró, muchas cosas buenas han desaparecido, se han ido o han quebrado. Mientras tanto, actualmente están corriendo lo que espero yo, sean mis últimos meses en esta “situación llamada país”.   


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