miércoles, 8 de septiembre de 2010

Escribir para Luchar.


Yo he escrito muchas estupideces pero muy contadas son las que me atrevo a publicar, no creo tener las destrezas ni el talento para tener el tupé de igualarme con algún escritor o algún "blogger diva", talvez tome un curso, me está tentando.


Ya hace un mes que empecé con este espacio, en un principio era para engañarme un poco y no verme deprimido por estar desempleado, tengo algún dinero ahorrado y mantengo la ilusión de hacer algo valioso con mi profesión; para ello, me propuse a realizar estas cuartillas a modo de tener excusa para practicar. Mi popa va en dirección a ser leído por alguien a quien le resulte interesante, alguien que tenga la oportunidad que yo no tuve, la oportunidad de que se explicase lo cotidiano del mundo a través de un tipo normal, quien a punta de coñazos se dio cuenta que era eso, un tipo normal.



Kenny

En todo salón de clase u oficina siempre hay uno, un hombre super afeminado, escandaloso y showsero. No recuerdo su rostro, sólo que medía más de dos metros, sino mal recuerdo.

Nunca llegué a compartir realmente con él, talvez, porque no estaba de acuerdo con su forma de ser y mea culpa, no quería que me asociaran de algún modo con aquel floreado hombre.

Julio en alguna oportunidad se unió al chalequeo colectivo cosa que me molestó y prohibí. Lástima que mi influencia se limitaba a mis tres amigos, el resto del salón hacían mofa del moreno que llevaba consigo un neceser para arriba y para abajo, confieso con vergüenza e inmadurez de la edad, que le tenía lástima y me costó darme la oportunidad de interactuar con él. De alguna forma, Kenny en mis ojos vio algo que yo creía no ser visible, gustaba de mí y yo sentía pena por él.


Al poco tiempo, un compañero de clases quien siempre me cayó mal me aparta del grupo para revelarme algo que nunca olvidé:

-     Bicho, marico, te voy a contar algo man para que tú decidas qué hacer.
-      Ajá dime, ¿qué pasa?
-      El maricón de Kenny te escribió una carta.
-      silencio – ¿y dónde está la carta?
-      ¡La rompí won! ¿qué mariquera es esa?
-      ¿pero por qué la rompiste?
-      Porque sí won, ¿qué le pasa al maricón ese? tú eres un tipo serio! , dime, ¿qué      hacemos con él?
-      ¿qué hacemos con él de qué?
-      Won! Vamos a reventarlo a coñazo pa’que sea serio.
-      Tas loco! Déjame hablar con él. ¿vale?
-      Bueno bicho, allá tú, cualquier cosa me avisas y lo coñaziamos.
-      Umm, déjalo quieto, yo hablo con él.



Pasaron varios días para que tomara el coraje para hablar con él, yo estaba muy nervioso, no sé por qué.

         -Hola Kenny ¿cómo estás?
         -Hoooolaaaa, chévere ¿y túz?
         -fino, Pablo me comentó lo de la carta
         -¿Sí? ¿la leíste? - Sus ojos decían tantas cosas a la vez que no supe que responder, guardé silencio.

       - Sí, sí la leí.
       - ¿qué dices sobre eso?
-  ehh me pareció… bien
-  ¿bien qué?
-  Eso, lo que dices en la carta.
-  ¿Entonces?
-   Entonces, nada, eso. Mira... me pareció un gran gesto de tu parte que me escribieras todo eso, pero vengo acá a ofrecerte mi amistad, ¿vale?

Sus ojos nuevamente se llenaron de códigos esta vez comprensibles, derrota, tristeza. Luego una sonrisa llenó su rostro. Le di la mano y más nunca hablé con él.

Varios meses después, este personaje se vio envuelto en una coñaza con uno de los malandros del liceo, apenas me enteré salimos corriendo a ver lo que pasaba. La tierra hacía una cortina que junto a la multitud dificultaba visualizar y entender lo que pasaba. Sólo me dio chance de ver como aquel amanerado hombre de dos metros le daba una redoblona al malandro a quien el ego le debe estar doliendo hasta hoy. Se notaba por su destreza, que no era la primera vez que Kenny peleaba para hacerse respetar, se paró, se sacudió el polvo, agarró su neceser rosado y cogió rumbo a su casa con todo el glamour que pudiese lucir, se detuvo en una tienda  y compró algo antes de llegar a su casa. 

Su abuela ya le tenía su arepita como todos los días, le pidió la bendición, tomó su arepa y se encerró en el cuarto, sacó el raticida que había comprado en la tienda, se lo echó a la arepa y murió en pocas horas.


Kenny, nunca hice nada para defenderte, te tuve mucha lástima y lo siento mucho.

       Kenny nunca leí tu carta y tú nunca leíste este post.
  







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