lunes, 23 de agosto de 2010

El verano en que las cosas fueron algo diferente




Jorge
¡Primer año de bachillerato! Ya las clases y la primaria habían concluido, aburrido en casa, Julio me llama, me invita a jugar pelotica de goma con unos panas de por su casa, dos cosas que me aterraban, los deportes y socializar, me llevé los patines como medida de presión, cualquier cosa para evitar la humillación ante mi pésima relación con los deportes. Julio siempre me tuvo paciencia y sabía lo “MALETA” que siempre fui con la pelota, pero aún así me alentaba para que lo intentase, “no le des duro que es la única pelota que tenemos” segundos más tardes la pelota de goma salió directo al monte, lejos muy lejos, a lo que Julio simplemente sonrió y preguntó: ¿quién trajo sus patines?


Dos nuevos personajes entraron en mi vida ese día, Tony y Jorge; “sifrinitos” del Cafetal con quienes competía por la amistad y la atención de Julio.

Tony mucho más italiano que yo, mal criado y mala conducta, guapo sí, pero no tanto como Jorge quien sería protagonista de los momentos más duros de mi adolescencia y él sin haberse enterado.

En aquella época, nos dio la fiebre por el fitness de barrio, es decir, hacer paralelas y barras para contrarrestar los desastres que habían causado el acné en nuestras vidas. Poco a poco, fuimos avanzando más y más en nuestras agilidades y consistencia muscular, bueno, en realidad más en Jorge que en nosotros, como todo joven de esa edad, todo en la vida era competir entre nosotros y era inevitable contar cuántas paralelas hacía Jorge, quien era al único quien realmente estaba sacando cuerpo. Fingiendo no prestar mucha atención contaba en secreto cuantas repeticiones hacía él y sin darme cuenta de lo que realmente pasaba, mi atención y concentración se disipaba, era algo como: ajá lleva four, five, six, six pack, qué brazos, mira la gota de sudor que cae por la espalda… 4, 5, ehh… ¿Cuántas lleva el desgraciado este?

En eso, Julio me sorprendió con la primera de las que serían las preguntas incómodas de mi vida,

- ¿TE ESTÁS BUCEANDO A JORGE?!
- ¿QUIÉN?
- ¡Tú!
- ¿TAS LOCO Julio?!
- ¡Estás encarpado y todo!

En ese momento ya no tenía más argumentos, ya mi cara roja y mi puntiagudo amiguito lo habían dicho todo por mí, pánico, terror, miedo, por perder su amistad y a la humillación por aquel bochornoso evento me hizo reaccionar con violencia, empujé a Julio como último vestigio de hombría y me alejé lo más que pude hasta que Julio gritó - ¡Está bien! En serio, está todo bien, desaceleré me alcanzó, se cagó de la risa y dijo, todo está bien.

Julio fue el único que compartió ese aspecto de mi vida y no sería hasta años después, en el día que murió la abuela de Laura, cuando mi único consuelo razonable para decir en ese duro momento fue decirle: Lau, soy gay, lloramos reímos, nos amamos.

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