lunes, 23 de agosto de 2010

Mi primer mejor Amigo


Julio J.

Julio era muy distinto a Johan, poco a poco fui comprendiendo por ensayo y error lo que era amistad y lo que era atracción, en el caso de Julio siempre fue amistad, una hermandad que se dio muy rápido e incluso se mantiene aunque estemos en dos planos distintos.

Este hiperactivo personaje siempre me hacía reír, de él heredé el gusto por el humor negro y los comentarios chocantes que de vez en cuando nacen de mi ser. Mi mamá se quedó mucho más tranquila con mi nueva amistad ya que vivía en el Cafetal, como si eso fuese algún tipo de garantía, tuve siempre carta blanca para quedarme en su casa, invitarlo a la mía, amaba las torrejas de mi mamá, pasábamos horas y horas hablando sobre estupideces y dónde qué íbamos hacer en el futuro, por su culpa, Irene Sáez me pegó un caramelo en la cara, ¡sí Irene tú!, estábamos en una patinata en la plaza Altamira, era diciembre y en aquella época, o por lo menos en esa zona, los políticos arrojaban caramelos a los niños y de seguro cerveza caleta a los adultos, recuerdo que el ahora hotel Plazas se encontraba en construcción y desde atrás de las bigas de construcción arrojaron miles de fuegos artificiales y allí estábamos Julio, Andrés (su primo y gran amigo) y yo, maravillados por las luces y riéndonos por el mamonazo que me dio la mismísima ex reina de belleza Irene Sáez.

Su padre tenía que ver con algo de la política, pero no vivía con él, tenía otra familia, al igual que su madre quien vivía en la Guaira, dando como resultado que Julio fuese criado por su abuela y la familia de Andrés.

Mi gran amigo Julio, era full exhibicionista, mostraba sus Gi joe con gran pre potencia e incluso se adjudicaba los tanques y aviones de su primo, todo lo que fuese necesario para destacar donde estuviese y siempre lo lograba.

Así se convirtió en el chico popular del salón y yo, su sombra. Como es lógico el chico popular del 4to. Grado tendría que estar con la chica más linda del colegio, Marla, una muchacha que en cuanto la vi, supe que aquella chica era especial, más allá de que fuese la primera en usar sostén, Marla siempre ha tenido una magia en su mirada, si la vieran el día de su boda, brillaba de tal manera que me hizo recordarla sentada en el pupitre con su cabello recogido con una modesta cinta y seguramente soñando en el día de su boda.


Recuerdo el día que Julio me llamó a mi casa, era el único que lo hacia, “Tengo algo super importante que contarte mañana!” no me daba detalles por teléfono tal vez por paranoia de que lo escuchasen en una casa extremadamente religiosa y conservadora. Estuve toda la noche dándole vueltas en la cabeza sobre aquello importante que me diría Julio en la mañana siguiente, temí lo peor, temí que me convirtiese en el único virgen del grupo, es decir, entre Julio y yo, cosa que me aterraba; y llegó la hora, Julio muy serio y casi en susurro me confesó “le toqué el sostén a Marla” – yo incrédulo de lo que escuchaba pregunté: ¿y qué más? – Nada marico eso, ¡le toqué sostén! ¡chócala! Celebramos y vivimos varios años de felicidad y hermandad.

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